
Durante años, el juego fue sencillo: vender horas. El clásico modelo de la "hora facturable". Pero la IA se está comiendo ese modelo a bocados.
Los clientes recurren ahora a la IA para hacer el trabajo más rápido y más barato. Esto está destrozando los márgenes de las agencias. En los Países Bajos, el margen medio ya ha caído a un patético 13%. Los datos también muestran que el 54 % de las agencias digitales se redujeron en el último año.
Eso no es un badén. Eso es una ruptura fundamental en el negocio.
Sjoerd de Kreij, fundador de la plataforma de inteligencia artificial Typetone, lo expresó a la perfección. Dijo que el mundo de las agencias se está dividiendo en dos, ahora mismo:
Mira, no puedes ganar simplemente intentando desarrollar tu propia IA. Sólo los gigantes absolutos, los Monjes del mundo, tienen el dinero y el tiempo para hacer eso. E incluso ellos están en una carrera.
El futuro de su agencia de IA no consiste en hacer más horas. Se trata de generar ingresos predecibles y recurrentes. Tienes que vender soluciones de software de alto margen, no solo el tiempo de tu equipo.
Aquí es donde la cosa se pone interesante.
Typetone lanza un nuevo programa de socios, pero no es la típica porquería de revendedor.
Invitan a las agencias a convertirse en socios de la plataforma de IA de una manera real. Hablamos de copropiedad. No te limitas a recibir una comisión, sino que obtienes honorarios vitalicios e incluso acciones de la empresa.
Consigues dar el salto de "proveedor de servicios" a "socio tecnológico" sin tener que crear tú mismo la tecnología. Mantienes tus relaciones con los clientes, pero ahora vendes un activo escalable, no solo un bloque de tiempo.
De Kreij afirma que este es el momento crítico. El mercado de la IA avanza a una velocidad de vértigo.
Las primeras agencias que den este paso -las que se hagan con la copropiedad ahora-serán las que definan la nueva norma.
¿Y los demás? Se quedarán atrapados en el viejo juego, luchando por las sobras y preguntándose dónde ha ido a parar todo su margen. La hora facturable ha muerto. El juego ha cambiado.